(Mascot Label Group)
El pasado uno de abril se ponía
en circulación el quinto trabajo en estudio de los norteamericanos Black Stone Cherry, primero con el
sello Mascot tras abandonar Roadrunner. A lo largo de su trayectoria el
cuarteto ha mantenido la misma formación, Chris
Robertson (voz y guitarra), Ben
Wells (guitarra), Jon Lawhon (bajo)
y John Fred Young (batería), desde
que sorprendieran a principios de siglo con su hard rock sureño actualizado que
poco a poco ha ido endureciéndose y modernizando, pero sin perder toda su
esencia sureña.
Seguramente con este “Kentucky”, haciendo referencia a su
estado natal, recuperan algo de esa esencia primigenia, pero me siguen sonando excesivamente
“alternativos” para entendernos, parecidos por momentos a las bandas que
triunfan en el género como Nickelback,
Daughtry o Shinedown, que sin estar mal nunca han acabado de llenarme. Pero
afortunadamente Black Stone Cherry
todavía mantienen parte de ese ramalazo original y diferente que se deja notar
en algunas de sus composiciones, siempre enérgicas y poderosas, con las
guitarras de Robertson y Wells altamente distorsionadas
recrudeciendo las melodías de voz del primero que tiene un alto grado de
expresividad y dramatismo en sus interpretaciones, siendo uno de los elementos
fundamentales del sonido del grupo.
Todo esto comparece claramente
desde el inicio en la arrogante “The Way Of The Future” con una pegada tremenda
perfecta para su áspero desarrollo, bien secundada por la no menos rotunda y desafiante
“In Our Dreams” en la que Robertson
va de la calma a la fiereza rasgando su voz, al igual que en la más pesada
“Shakin’ My Cage” en la que dentro de una orgía de distorsión matizada se deja
notar muy ligeramente la vena sureña, aumentando notablemente en la más
resultona “Soul Machine” con unos buenos coros femeninos completando en el
estribillo junto a unas guitarras más ligeras.
Junto a este, otro de los temas
que más me ha convencido ha sido el descarnado medio tiempo-balada “Long Ride”
con bonitos y expresivos arreglos de guitarra que sin perder dureza aportan
también cierta ternura y melancolía, antes de sorprender con una agresiva
versión del clásico de la Motown “War” vía Bruce
Springsteen, tras la cual atacan con una pesadísima “Hangman” en la que sus
densísimas guitarras se aligeran algo con la melodía vocal de su áspero
estribillo.
Se recupera chispa y frescura con
la divertida “Cheaper To Drink Alone”, que con su curioso riff y sus
reminiscencias redneck resulta bastante asequible y festiva, volviendo a
endurecerse con la poderosa “Rescue Me” con unas potentísimas guitarras
ligeramente matizadas por algunas melodías de voz dentro de un desarrollo
bastante dinámico, que se relaja en “Feeling Fuzzy” de tempo medio, con partes
vocales tratadas con efectos megáfono y con un agresivo solo de guitarra.
Continua la distorsión de alto
octanaje en la densa “Darkest Secret” demasiado pesada con algún detalle
cibernético que tampoco aporta demasiado, aclarándose un poco el panorama con
la atormentada “Born To Die” alternando riffs duros y acordes claros dentro de
un tempo medio más relajado pero con cuerpo recordando bastante a los citados Nickelback.
Nos dejan para el cierre otro de
los temas que más me han gustado, “The Rambler”, un bonito y profundo corte
acústico adornado por unos melancólicos detalles de violín y cello que completa
un disco más que correcto, pero sin llegar para mi gusto al nivel de atractivo de
los inicios de la banda.
Mariano Palomo
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