(Mascot Label Group / Music Theories Recordings)
Esperaba con curiosidad y ganas
esta segunda entrega en estudio del súper grupo Flying Colors, ya que dentro del sinfónico progresivo su debut
discográfico y su siguiente directo han sido de los discos que más me han convencido
últimamente dentro del género, ya que me resultaron mucho más dinámicos y
entretenidos de lo que suelen hacerlo este tipo de discos. Y aunque el nivelazo
instrumental y la pulcritud siguen siendo las señas de identidad del grupo, en
este “Second Nature” la escucha se me
ha hecho algo más espesa y cuesta arriba.
Y eso que a pesar de un tema de
más de doce minutos como “Open Up Your Eyes” no se me ha hecho de los más complicados
de escuchar ya que está lleno de brío, clase y pegada, con un sonido de
guitarra espectacular de Steve Morse
(Deep Purple) que resalta sobre todo al principio para ir cediendo protagonismo
a las teclas de Neal Morse
(Transatlantic, Spock’s Beard) y a la personal y fabulera voz por momentos de Casey McPherson, todos ellos jugueteando
entre los cambios de ritmo que marcan los geniales Dave LaRue al bajo y Mike
Portnoy (ex Dream Theater, Transatlantic) a la batería.
Curiosamente se me hacen más
difíciles de digerir temas con la mitad de duración, como la oscurilla de aires
futuristas “Mask Machine” que suena a continuación con la voz de Casey tratada en algunos pasajes con un
eco medio robótico que no me convence al igual que algunos arreglos
sintetizados mejorados por la técnica percusión de Portnoy. Giro curioso el que nos ofrecen con “Bombs Away” un corte
progresivo en su base y estructura con unos riffs y dibujos de guitarra
melódicos cortados por toques de slapping con el bajo de LaRue y que acaban decorando con unos sonidos de violines que
recuerdan a los Kansas más
sinfónicos.
Se relajan mucho más en el
comienzo de “The Fury Of My Love” pieza lenta con el piano muy presente junto a
la voz suave de Casey creciendo
creando una delicada ambientación rota en parte por un atemperado solo de
guitarra de Neal Morse. Aportan más
ritmo y claridad a la asequible y tremendamente melódica “A Place In The World”
de guitarras ligeras pero eficaces sobre una línea vocal optimista y algo pop
salpicada de buenos aportes de teclas, siendo la que mejor me ha entrado a la
primera del disco. También me ha convencido aunque algo menos “Lost Without You”
marcada por sus coreadas subidas de voz sobre una sutil base en la que se
infiltran agudos y nítidos dibujos de guitarra.
Otros temas resaltables son “One
Love Forever” que rompe con unos aportes acústicos con sonidos de violín,
acordeón y percusiones folk-celtas muy animadas sobre una compacta base junto a
una melodía de voz brillante y optimista a la que completa un evocador solo de
guitarra, y la más enrevesada pero tremendamente lograda “Peaceful Harbor” que
con sus voces lejanas y profundas, sus sonidos electro-acústicos lentos, sus
emocionantes coros femeninos casi líricos llenos de soul y sus fantásticos
punteos crea una ambientación que hace que nos acordemos irremediablemente de
los creadores Pink Floyd.
La final “Cosmic Symphony” es
otro ejercicio de expresión progresiva de larga duración dividido en tres partes,
iniciándose con la lenta e intimista “Still Life Of The World” que durante algo
más de tres minutos muestra la voz desgarbada de Casey dentro de un ritmo cansino y acompasado adornado por unos
discretos teclados, hasta desembocar en “Searching For The Air” donde van
entrando unas bucólicas voces melódicas, de nuevo recordando a Kansas o incluso a los flokies America, que empastan con una relajada
pero sólida instrumentación en la que percusión y guitarra van creciendo hasta
llegar a un preciosista solo de Steve Morse lleno de sentimiento y virtuosismo,
volviendo a caer para llegar al final con “Pund For Pound” con la voz de nuevo
intimista pero más expresiva y dramatizada aumentando la intensidad con la
entrada de algunos coros esporádicos.
Cierre un tanto complejo para un
disco que aun estando muy bien ejecutado y producido me resulta menos atractivo
y entretenido que sus predecesores.
Mariano
Palomo
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