Después de dar unos cuantos
tumbos sin demasiado éxito desde que abandonó Queensryche, Geoff Tate
parece intentar retomar su carrera donde se quedó en su época más brillante con
la banda de Seattle, y que mejor que hacerlo que prolongando la historia
conceptual que tanto prestigio le dio, la inmensa obra “Operation Mindcrime”, cuyo
nombre adopta como cabecera para esta nueva andadura.
Ahora, más de veinticinco años
después, Tate nos ofrece la primera
entrega de lo que al parecer va a ser una trilogía a modo de secuela y que se
inicia con este “The Key”, un álbum que por momentos consigue recuperar la
esencia de antaño, pero que me resulta bastante menos atractivo que aquel
inmenso trabajo del 88.
Los elementos que integran tanto
el sonido como la temática de la obra son básicamente los mismos que de “Operation Mindcrime”, composiciones
progresivas, con un buen trabajo de melodías vocales, pulida técnica
instrumental, intrincadas disquisiciones filosóficas a cerca de la condición
humana, pero en general muy lejos del brillo y rotundidad que ofrecía la
historia original, algo parecido a lo que le sucedió a Queensryche con “Operation
Mindcrime II” en 2006.
Para esta nueva aventura el
vocalista norteamericano se ha rodeado de algunos músicos de renombre como los
bajistas Dave Ellefson (Megadeth) y John Moyer (Disturbed, Adrenaline Mob)
o los baterías Simon Wright (AC/DC, Dio)
y Brian Tichy (Foreigner, Billy
Idol, Whitesnake), junto con otros menos conocidos como Scott Mercado (batería de Candlebox), o sus ya más habituales acompañantes a la
guitarra Kelly Gray (ex Queensryche)
y Scott Moughton. Como decía todos
ellos muestran un buen nivel técnico pero los temas, salvo alguna excepción no
acaban de engancharme del todo, perdiéndose un poco en su desarrollo teatral.
El misterioso inicio con “Choices”
nos va introduciendo de modo casi recitante en la historia enlazando con la
pausada “Burn” que supone un intenso y algo previsible ejercicio progresivo en
el que brillan los sonidos de bajo sobre las afiladas guitarras de Gray y Moughton, que brillan con mayor fuerza en la pegadiza “Re-Inveinting
The Future” que sin duda es el tema que más se queda a la primera y que más
recuerda a “Operation Mindcrime”, con
cierto regusto a “Eyes Of a Stranger” pero sin llegar a su nivel.
Baja el ritmo con la más espesa “Ready
To Fly”, de nuevo con el sonido de bajo muy marcado y con algún giro vocal muy
teatral que encaja sobre unas teclas evocadoras que crean una atmósfera
intrigante, que se prolonga en el interludio “Discussions In a Smoke Filled
Room” a base de efectos sintetizados que se mantienen en el medio tiempo “Life
Or Death” en el que la voz de Tate
se alterna con la de Mark Daily (The
Voodoos) creando un intenso diálogo que sobresale sobre su instrumentación, que
se torna mucho más pesada y densa en la rapeada a “The Stranger” que puede
recordar un poco a Rage Against the
Machine, resultando curiosa pero escasamente brillante.
Continua la dramatización con “Hearing
Voices” marcada por sus cortantes golpes de voz y guitarra, menos pesada pero
bastante monótona, antes de llevarnos a terrenos intimistas con “On Queue” salpicada
rasgueos suaves y delicados detalles eléctricos y de saxo a cargo del propio Tate con cierto aire Pink Floyd, sucedida por “An Ambush Of
Shades” otro breve interludio con sombríos arreglos de cuerda que desembocan en
la lenta “Kicking In The Door” que envuelve relajadamente la cálida voz de Tate a base de sonidos acústicos, antes
de llegar al final con la más dura “The Fall” que resulta ser otra de las que
me ha parecido más interesantes del disco por su trabajada propuesta progresiva
con buenos momentos instrumentales, con el saxo de nuevo en escena.
Buen final para un disco un tanto
irregular, con algunos momentos que pueden hacer recuperar algo de crédito a su
creador y que, aun estando por encima de todo lo que han hecho últimamente
tanto él como sus ex en Queensryche,
creo que sigue lejos de los mejores tiempos de ambos.
Mariano Palomo
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