(Ear Music)
Con tres de sus pilares básicos
al frente, Ian Gillan a la voz, Roger Glover al bajo y Ian Paice a la batería, acompañados
desde hace algún tiempo por el genial teclista Don Airey, y hace ya bastante más por el brillante guitarrista Steve Morse, han facturado un disco que
continúa en la línea de las últimas entregas de la formación. Temas nítidos, de
alto nivel instrumental con gran protagonismo de los teclados, adaptados a las
capacidades vocales de Gillan en
estos tiempos, y con el encanto y elegancia que sólo los elegidos son capaces
de ofrecer después de medio siglo de carrera.
Comenzamos a comprobar que el
nivel técnico sigue intacto con la intensamente virtuosa “Time For Bedlam” de
cadencia viva, guitarras potentes, teclas intensas y melodías vocales
expresivas sin necesidad de subir de tono con un estribillo recordable y claro.
Más insinuantes se muestran en “Hip Boots” con un sonido más sinfónicamente
clásico en el que la pegada de Paice
se deja notar dentro de su sinuoso ritmo que se acelera con un buen duelo Morse-Airey. Una confrontación que se
prolonga e intensifica en clave más relajada en “All I Got Is You” llena de
embrujo con unos teclados y guitarras más que notables junto a una clara y
rotunda interpretación vocal de Gillan.
Se aviva el ritmo a golpe de
piano y riff rockero en la vacilona “One Night In Vegas” sencilla y resultona donde,
sin olvidar al resto de instrumentos, brilla con luz propia su gran trabajo de
percusión, al igual que en la más pesada “Get Me Outta Here” que parece muy “seria”
con un groove gordo en su base pero que luego se aligera un poco reiterando su
melodía central y con unos “adioses” en francés, español y alemán dentro de su
letra que suenan a despedida.
Recuperan la vena más sinfónica con
la suave “The Surprising”, agradable y delicada composición en su comienzo que
rompe intensa e insinuante con unos redobles marcados que dan paso a unos
cuidados y evocadores teclados y guitarras marca de la casa. Más rockera
resulta “Johnny’s Band” de orgánicos sonidos y claras melodías de voz pegadizas
en su simpático estribillo, dejándonos otro bonito duelo de guitarra y
teclados, volviendo al sinfonismo con “Top Of The World” aunque sin perder el
tono desenfadado y asequible en su melodía vocal.
Para el final queda la curiosa “Brids
Of Prey” con la voz de Gillan
tratada con un efecto robótico que casa con los sonidos espaciales y
psicodélicos de los teclados de Airey
dentro de un ritmo cansino que no me acaba de convencer, completándose el disco
con una personal revisión del clásico “Roadhouse Blues” de los Doors que les queda bastante bien con
unos toques de armónica y piano que le dan un resultón toque distinto pero
respetando la esencia original del tema.
Buen cierre para un disco variado,
entretenido y brillante por momentos, que aún no sabemos si será el último de Deep Purple, y que cumple más que de
sobra dentro una discografía llena de auténticas obras de arte imprescindibles
en la historia del hard rock y de la música en general.
Mariano Palomo
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