(Frontiers Music)
Empiezan este nuevo disco de forma
frenética con la sombría y durísima “Take It To The Cross” que puede resultar
algo rallante con su estridente estribillo machacón gritado por Matt Bachand (Shadows Fall) pero que no
desluce la magnífica pegada de su base y sus buenos desarrollos de guitarra.
Empiezan a resultar más reconocibles con la más rítmica y melódica “Sorry”, con
unos enormes coros marca de la casa en su estribillo y con un original solo de
guitarra como remate, resultando más dinámicos con los acordes de “Lost” dejando
el bajo marcado dentro de un curioso contratiempo entre el que se cuelan las
agudas subidas tonales de Michael Sweet.
Llegamos al tema título “God Damn
Evil”, puro Stryper, con esa
afinación medio sucia que encaja a la perfección dentro de unas espectaculares
melodías de voz que suben para romper en un estribillo ganador algo arrogante
que se queda a la primera. Algo más me costó asimilar la sombría “You Don’t Even
Know Me” pero a base de darle oportunidades ha terminado por convencerme por su
riqueza de armonías dentro de una embaucadora y atormentada ambientación, que
en cierto modo se prolonga en la evocadora “The Valley” tremendamente expresiva
en su interpretación vocal y más básica pero eficiente en su marcada rítmica.
Meten de nuevo velocidad y ritmo
en “Sea Of Thieves” de original riff y cuidados coros que llegan a un buen
estribillo potente y melódico sonando como una versión actualizada de los primeros
tiempos del grupo, resultando más lineales en la atemperada “Beautiful” correcta
en sus guitarras pero algo plana en sus desarrollo hasta que aparece el
estribillo subiendo con unas bonitas melodías vocales. Unas melodías que son
protagonistas también en las guitarras del envolvente medio tiempo “Can´t Live
Without Your Love” donde sus enormes coros acompañan la estremecedora voz de Michael, con un punto justo de desgarro
para dotarla de mayor intensidad.
Llegamos casi al final con el
corte más hard del disco “Own Up” composición de ritmo marcado y polvoriento
que puede recordar los trabajos del cantante junto al guitarrista George Lynch, o a los propios Lynch Mob, y que sin estar mal no me
acaba de conquistar. Para cerrar un corte más rápido y convincente “The Doesn’t
Live Here” que ataca furioso y afilado para rematarnos haciendo corear su pegadizo
estribillo lleno de rabia que golpea entre trabajados arreglos de guitarra que
me recuerdan a la época ochentera del gran Akira
Takasaki (Loudness).
Otra competente obra para seguir
reclutando fieles a la causa, en mi opinión a la altura de su anterior trabajo “Fallen” (2015) pero ligeramente
inferior a su buenísimo “No More Hell To
Pay” (2013) con el abrieron una brillante trilogía en esta última década.
Mariano Palomo
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